domingo, 18 de agosto de 2013

LA PLENITUD ES UNA OPCIÓN
(José leandro flores g.)
Aquí habla quien por mucho tiempo camino (vivió) como un in-satisfecho. Recuerdo esos tiempos de angustia y malhumor e irascible.  Gracias a esa experiencia, hoy puedo hacer y sentir la diferencia; que no es menor, porque la plenitud es paz, es calma; y a su vez es acción y creación constante. Es un espíritu de conformidad y motivación simultáneamente.
Es decir, la plenitud ha dejado de estar o situarse en el futuro o en el mas allá; y más bien se ve envuelta en medio de los contratiempos, limitaciones, necesidades, adversidades… y lo milagroso es que  nada de eso puede contra la paz y amor que brota del interior y abraza lo exterior.
                Por otra parte, la plenitud no es un estado sino una construcción constante. Requiere de llevar o inducir  los pequeños detalles cotidianos –cual si fueran ladrillos- para ir construyéndola. A veces hay que descansar, otras, que aceptar. En verdad la paz como la sabiduría se prueba en las dificultades, en los eventos indeseados, en los fracasos que casi siempre se presentan de sorpresa.
El sentimiento de plenitud, también, es una opción; porque, a cambio, se podría optar por la permanente insatisfacción…. Esa también es una carrera que no conoce fin. El inconformismo puede conducir a la persona a la indolencia, al estancamiento, a morir en vida.
                La plenitud es movimiento, desarrollo; es un proceso social o comunitario, más que individual.  Es decir, el crecimiento como ser vivo es junto con los demás seres vivos. No hay crecimiento ni plenitud en solitario. Observemos los bosques, las bandadas de aves, los ríos caudalosos, y nos podemos dar cuenta que nada de puede ser por la vía individual.

                Así, pues, vivir no es habitar en el miedo ni en la incomunicación, sino que es entrar y mantenerse en el torrente de las circunstancias junto con los demás vivientes, coco a codo con los otros, es como conocemos la plenitud; que más que un pensamiento es una experiencia y una certeza. De la cual, nacen innumerables consecuencias positivas, apartadoras y constructivas para sí mismo y para los demás.  La plenitud se convierte en la buena tierra o en la buena semilla para dar frutos dulces y abundantes. La plenitud es generosa, altruista, humilde y serena. Y es como el agua que todo lo que toca lo vivifica, transforma y vitaliza. La plenitud no se queda en uno mismo, su hogar es el mundo y el Universo. Ella, se convierte en una especie de imán para atraer a los otros hacia si mismos, hacia su propia plenitud, muchas veces desconocida y no creída. Pero siempre presente y esperando su oportunidad para manifestarse y ser la compañía privilegiada de la persona.